
Se me ocurre concebir al arte como el océano, donde la diversidad orgánica e inorgánica es tan grande que parece infinita. Cada estilo o forma de mirar es una especie donde cada ser que la compone es una idea a expresar, un hallazgo. Como dice David Lynch,” es la experiencia de bucear y cazar las ideas, como si se tratara de pescar, atrapar el pez dorado”.
A menudo ocurre que la marea sube y el proceso quizás sea virtuoso, una idea engendra a otra. Por el contrario, cuando la marea baja puede que sea el momento de meditar mirando el horizonte y percibir la inmensidad del mar, el olor, el color, el oleaje, el juego de luces que ofrece el sol, pero siempre inmerso en él. Esto explica que aunque no trabaje en alguna obra el proceso interno sigue.
Aunque las obras son distintas entre sí, intento siempre crear un clima que interprete mi estado emocional. Pinto con la intuición más que con los saberes aprendidos durante mi vida artística. Me agradan los espacios amplios de color, los climas, los silencios, que invitan al espectador a dar su propia interpretación de la obra. Dibujo pintando y pinto dibujando. No es común que el proceso sea por separado, de esa forma puedo esculpir con el pincel y amasar el pigmento hasta que logre la forma y el color deseado.
Mi investigación y experimentación se centran en la búsqueda introspectiva con las herramientas tradicionales más que con la utilización de nuevos métodos y lenguajes, los cuales respeto absolutamente, pero que no me representan.
Lo inacabado, lo sugerente, el aprovechamiento del error. Todo esto me seduce al momento de materializar una idea. Cuando esto ocurre, siento la satisfacción que me empuja a un nuevo proyecto.